Vamos a imaginar por un momento que cada familia es una escuela. Entonces, como es una escuela, hay muchas cosas para aprender. Vamos
Vamos a imaginar por un momento que cada familia es una escuela.
Entonces, como es una escuela, hay muchas cosas para aprender.
Vamos a imaginar que nuestros hijos son alumnos de esta escuela y como tal, les enseñaremos estas 10 enseñanzas indispensables.
1.- Comprender el punto de vista de los demás
Una familia, una verdadera familia, debería ser una buena escuela que enseñe a comprender el punto de vista de los demás.
Porque si no, vas a enseñar a tus hijos a que tengan su mirada como única valedera.
Vas a enseñar a tus hijos a despreciar la mirada de los que piensan diferente.
Vas a enseñar a tus hijos a quedarse cerrados en sí mismos, y va ser condenarlos a no aprender; porque el aprendizaje también tiene mucho que ver con la mirada de los demás.
2.- De los fracasos se aprende
Una buena familia debería enseñar a los hijos a no desesperarse cuando algo no sale bien.
No te vuelvas exigente a ultranza con tus hijos.
No te desesperes cuando algo no sale y entonces tus hijos van aprender a no desesperarse.
Y a saber, en realidad, que hace falta que aprendan de los fracasos.
Que los fracasos son parte de la vida, pero que estos fracasos suceden para que uno pueda aprender de ellos.
De hecho, por si no lo saben, sólo se aprende de los fracasos. De los éxitos no se aprende nada.
Cuando uno hace algo y lo hace bien no aprende nada, porque ya lo sabía.
Uno aprende solamente cuando se equivoca.
Entonces, aprender a aprender de los fracasos es una de las cosas fundamentales que una familia debería enseñar.
3.- Organizar prioridades
Una familia debería enseñar también, a organizar prioridades.
No debería enseñar que todo NO tiene el mismo valor y el mismo mérito; que hay cosas más importantes que otras.
Un día me contaron un cuento:
Había una vez un docente, un maestro, que llegó a clase con una con una pecera enorme, redonda y un montón de piedras del tamaño de la naranja.
Entonces les preguntó a los alumnos cuantas piedras creían ellos que iban a entrar en esa pecera.
Los alumnos dijeron: 13, 14, 15.
Y mientras los alumnos discutían, el maestro iba poniendo piedras adentro de la pecera.
Cuando puso la piedra número 14, en el número 14, se llegó justo al borde de la pecera.
Algunos alumnos dijeron: Viste, te dije que iban a entrar 14, no podía entrar nunca más de 14.
– Parece que no entran más piedras, dijo el maestro.
Los alumnos dijeron: No, no entran más.
Y el maestro dijo: No es verdad.
Entonces, sacó de debajo de su escritorio, un cubo lleno de piedritas y empezó a tirar las piedras adentro de la pecera, que por supuesto, se distribuyeron entre los espacios que habías dejado las piedras grandes y llenaron la pecera.
– Parece que entraron mucho más de 14, dijo el profesor.
Los jóvenes se sorprendieron y aplaudieron.
– Parece que ahora sí van a entrar más.
Los alumnos confundidos decían que no era posible que puedan entrar más.
El maestro dijo: Error.
Y metió una mano otra vez, y saco otro cubo que estaba lleno de arena; y dijo:
– La arena son pequeñas piedrecitas, ¿verdad?
Y empezó a colocar arena dentro de la pecera y la arena se entremezcló con las otras piedras y llenó la pecera.
Cuando termina de hacer esto y los jóvenes aplaudieron, el maestro preguntó:
– ¿Y qué podemos aprender de esto?
– Bueno, la verdad, podemos aprender que siempre hay lugar para algo más, que siempre queda espacio, que nuestra agenda nunca está llena, que si podemos de verdad llenar todos los huecos podemos hacer muchas más cosas, y que… y que… y que…
El maestro dijo:
– Es verdad, todo eso es muy importante. Sin embargo, hay algo más importante. Si yo hubiera puesto primero la arena, no hubieran entrado ni las piedras chicas ni las piedras grandes.
Hay que aprender a organizar las prioridades, hay que aprender a ocuparse primero de lo grande y luego de lo pequeño porque si no, si no nunca habrá lugar para lo que verdaderamente es importante.
4.- Poner acento en lo importante
La familia debería enseñar a nuestros hijos qué es importante y qué lo aleatorio.
A poner, tanto acento en lo que es circunstancial y menor, como en las cosas pequeñas, y valorizar más las cosas grandes y las cosas importantes.
5.- Hay un tiempo para cada cosa
Deberíamos enseñarles a nuestros hijos que hay tiempo para cada cosa.
Que hay tiempo para estudiar, hay tiempo para descansar, que hay tiempo para estar en familia, que hay tiempo para jugar con los videojuegos.
Que hay tiempo para caminar por la playa mirando el mar, que hay tiempo para poder sentarse a hacer otras cosas y que hay que encontrar ese tiempo.
6.- Las cosas cambian
Una buena familia debería enseñar a los hijos a aceptar que las cosas cambian, que no todo es siempre igual.
Que las cosas van cambiando, y los hijos van a tener que cambiar con las cosas que cambian.
Y que la situación que teníamos hoy, en esta familia, no es la que teníamos antes, y hay que aprenderlo y no exagerar las dificultades.
Quiero decir, no dramatizar. Que los problemas son reales, pero que no hay que exagerar, no hay que dramatizar.
Que una mala nota no es un drama, que lastimarse un dedo no es dramático, que la partida de alguien que se va por unos meses a trabajar fuera es una dificultad, pero que no hay que exagerarla.
7.- No hay que repetir siempre lo mismo
Habrá que enseñarles a nuestros hijos a darle el valor a las cosas desagradables, y enseñarles a explorar.
Habrá que enseñarles a desarrollar su creatividad, a no repetir siempre lo mismo.
Sobre todo, habrá que enseñarles a nuestros hijos, esto que a veces a los adultos nos cuesta tanto aprender…
Un maestro mío de psiquiatría decía: No hay nada más estúpido que hacer siempre lo mismo y esperar un resultado diferente.
Cuando haces lo mismo, el resultado siempre es el mismo.
Tenemos que enseñarles a nuestros hijos, que no hagan siempre lo mismo si quieren resultados diferentes.
Por lo cual, tienen que explorar. Pero, para que exploren, tenemos que aceptar que se equivoquen porque este es el resultado de la exploración.
Y, sobre todo, fomentar la creatividad. Hacer las cosas de maneras diferentes; no para garantizar que salgan bien, sino para garantizar el aprendizaje.
Porque la creatividad tiene que ver con lo que decíamos antes del error.
8.- Valorar los pequeños logros
Habrá que aprender a valorar los pequeños logros.
Valorar, para que, en realidad, si nuestro hijo o nuestra hija antes le costaba muchísimo saltar la soga, y hoy dio dos saltos en la soga, esos dos saltos son maravillosos.
Esos dos saltos son sensacionales y que hay que premiárselos más que cuando consigan saltar a la soga de corrido.
Porque los pequeños logros son el principio del gran logro.
Porque ningún camino empieza sin el primer paso.
Habrá que enseñarles a nuestros hijos a que valoren ellos mismos los pequeños logros que hacen, los pequeños progresos que hacen.
Habrá que mostrarles que, si antes llegaban hasta acá, y ahora llegaba hasta acá, aunque no lleguen al final del camino, eso es un logro; en todas las áreas y en todas las cosas.
Habrá que enseñarles que, es un logro que hoy hayan hecho estas tortitas que les estamos enseñando a hacer, y aunque hayan salido todas chungas, así machucadas, pero ya han hecho las tortitas y hoy se pueden comer.
Y ese pequeño logro, será un gran logro para el día de mañana.
9.- No se puede llorar eternamente lo que ya no esta
Habrá que enseñarles a nuestros tus hijos a poder entender que no se puede llorar eternamente por lo que ya no está.
Esto significa, no comprar rápidamente un perrito porque el perrito que tenían se murió.
Habrá que aprender a enseñar a nuestros hijos que algunas cosas no están eternamente con nosotros, y que no podemos llorar eternamente por ellas.
Esta tarea es parte de las familias, no estoy diciendo que no hay que permitirles llorar, te estoy diciendo que hay que enseñarles a no llorar eternamente, que no es lo mismo.
Al contrario, creo que hay que llorar. Claro que hay que sentir lo que se siente, pero no hay que eternizar lo que se siente; y esta tarea es responsabilidad de los padres.
10.- No encapricharse
Habrá que enseñarles a nuestros hijos a no encapricharse.
Y la mejor manera de enseñar a los hijos a no encapricharse es no siendo nosotros caprichosos, no te encapriches.
No digas que las cosas hay que hacerlas así, porque sí, porque sí, porque lo dice tu padre, tu madre.
Que motivo es este ¿no? Mi madre me decía: Si tu padre te dice que te tires al río, tú vas y te tiras al río.
Yo le decía: Mira mamá, si mi papá me dice que me tire el río yo lo denuncio.
Mi papá nunca me pedía que me tire al río, por supuesto. Pero la idea, de aceptar los caprichos de los padres no es cierta.
Son 10 enseñanzas indispensables que ayudarán a nuestros hijos en su propio camino.
Fuente: Mis Reflexiones.
https://www.misreflexiones.org/familia/10-ensenanzas-indispensables-para-tus-hijos/