Yo sé que ha sido muy fuerte, sé que también has resistido mucho últimamente y te admiro por esa voluntad que tienes. Porque a pesar de l
Yo sé que ha sido muy fuerte, sé que también has resistido mucho últimamente y te admiro por esa voluntad que tienes.
Porque a pesar de la adversidad has intentado salir adelante y te has levantado cada mañana, aún cuando no tienes ganas de hacerlo.
Yo sé que lo estás intentando, sé que te esfuerzas, que has dado mucho, pero hoy, hoy quiero que dejes de hacerlo.
Y es que el mundo nos ha inculcado erróneamente la obsesión inmadura y neurótica de intentar siempre ser felices.
Sin embargo, después de haber llorado solos en nuestro cuarto, después de haber perdido lo que tanto queríamos, y algunos haber perdido por completo las ganas de vivir.
Es ahí cuando vemos lo bueno de la vida, cuando vemos lo hermoso que teníamos o lo que aún tenemos.
Créeme, el mundo nos rompe a todos.
Pero después de eso, muchos se vuelven más fuertes en lugares rotos.
En esos lugares donde nadie quiere estar, donde la mayoría prefieren no pisar, pero tú has estaba ahí.
Entonces por qué tenemos que ser felices todo el tiempo, por qué debemos viajar en ese constante trayecto, en busca de la felicidad perpetua.
Por qué debemos continuar o castigar a quienes pierden por completo las ganas de hacerlo, por qué debemos siempre escapar del sufrimiento y no aprender de ello.
Por qué tenemos prohibido rendirnos cuando sinceramente ya no podemos.
Hay muchas preguntas sin respuesta, pero hoy me atrevo a decir que el sufrimiento emocional no es una cuestión psicológica sino espiritual.
La depresión puede ser o no una enfermedad mental, pero, en definitiva, es una enfermedad del alma; y cuando el alma está enferma, la depresión puede matarte.
Créeme, la depresión mata, pero mata cuando no aprendemos a escucharla, cuando no sabemos comprender lo que quiere decirnos, cuando tu alma te pide descanso y no se lo das.
Cuando te resistes al cambio en lugar de fluir, cuando sostienes en lugar de soltar, cuando te quedas donde no hay crecimiento en lugar de marcharte.
La depresión mata cuando te exiges demás en lugar de aceptar que estás aprendiendo, mata cuando te reclamas constantemente en lugar de perdonarte.
Es que la depresión es esa agotadora lucha interna de tener estar bien aún cuando no podemos.
Por eso, hoy te digo, date permiso.
Date permiso de sentirte triste, date permiso de sentir que no puedes ni quieres más, permítete llorar y gritar si es necesario, abandonar un lugar o alejarte de alguien.
Permítete ser humano, no somos máquinas, ni fábricas de constante felicidad, no somos perfectos ni queremos serlo.
Por eso deja de buscar el optimismo donde no lo hay, donde no existe.
Deja de resistirte y permítete romperte.
Ya fuiste fuerte demasiado tiempo, incluso de más, ya lo intentaste, lo hiciste, aunque el resto pensará lo contrario.
Pero eso no importa, tú y yo sabemos que lo intentaste, aún cuando ni siquiera querías hacerlo, no podías hacerlo.
Por eso permítete caer y aceptar la derrota, deja de pensar que al hacerlo estás fracasando.
Deja que tus pies toquen el piso, toquen el fondo y permanece en un momento ahí, permanece un momento más si es necesario.
Ahí donde todo está oscuro, donde parece que nadie te escucha, ahí donde todo es silencio, soledad, nostalgia y tristeza.
Ahí donde solo estás tú, dónde estás ahora, ahí donde puedes colocarte de rodillas, ahí donde te sientes tan pequeño pero tu corazón es tan grande.
Llora riéndote si es necesario, ondea esa bandera blanca, descansa, tómate tu tiempo, libérate, pero no te ahogas en tus propios pensamientos; déjalos ir.
Déjalos que se vayan, deja de culparte por lo que pasó, por lo que perdiste, por lo que hiciste mal o por lo que no hiciste.
Deja de hacerlo, porque nadie merece convertirse en su propio verdugo.
Nadie merece lastimarse por lo que ya pasó o peor aún por lo que ni siquiera está pasando.
Pide ayuda, a veces no podemos con todo, sinceramente no podemos con todo y no hay problema, está bien.
Recuerda que reconocer nuestra vulnerabilidad no nos hace más pequeños, pero sí nos hacen más grandes que nuestros problemas.
Por eso no seas tan dura ni tan duro contigo mismo.
Sé que has estado molesto, sé que has estado enojado y molesto con la vida, con el universo, con dios, que has roto las paces contigo mismo y que no has podido perdonarte.
Pero quizás, te sientes así porque tienes miedo, miedo al cambio a lo desconocido.
Miedo a equivocarte nuevamente, miedo a nunca perdonarte, pero tienes que hacerlo.
Tienes que hacerlo si quieres liberarte, por eso quiero que comprendas que al perdonarte, quizás no cambie nada de tu pasado pero al menos aflojarás un poco esa soga que tú mismo colocaste en tu cuello.
Por eso permítete perdonarte y perdonar a quienes hirieron.
No tiene sentido caminar por la vida con ese peso inútil, no tiene sentido cargar con ese veneno, no tiene caso, porque nadie más hará daño, no tiene sentido seguir así.
Por eso libérate de ese peso y libéralos, déjalos ir, permítete sentir miedo, deja que te acompañen, no te castigues por ello.
Pero no permitas que el miedo conduzca tu camino.
Yo sé que la vida no es sencilla, nadie dijo que lo fuera, sé que habrá días buenos y sé que habrá días también no tan buenos, días difíciles, días que querrás nunca haber vivido.
Pero pasarán, los pasarás, porque nada es para siempre.
Y cuando lo hagas, te sorprenderás de tu capacidad y de tu fortaleza para hacerlo, aunque hoy no sepas ni siquiera por dónde comenzar.
Por eso es momento de sanar tu alma, es momento de abrazar tu tristeza y tu depresión, es momento de aceptarlas como dos grandes maestras de vida.
Porque cuando sentimos una tristeza inmensa, cuando estamos deprimidos, la pregunta más acertada no es: “Cómo puedo salir o evadir este sufrimiento”.
La pregunta correcta es: “Qué significa, qué me trata de decir, qué quiere hacerme ver”.
Es que cuando aprendes a hacer las preguntas correctas, serás capaz de aprender mucho de la tristeza y de la depresión.
Y ya no intentarás huir de esos momentos, sino al contrario, aprenderás a afrontarlos; y no olvides que el dolor y la tristeza señalan el camino de la autotransformación.
Donde existen ruinas hubo un cambio, hubo crecimiento, hubo mucho amor.
Recuerda que la paz interior se puede alcanzar cuando aceptamos el sufrimiento y asumimos lo que pretende enseñarnos.
Y por más doloroso que sea, recuerda que aquello que cuesta no tiene siempre por qué ser malo.
Tal vez nos está mostrando algo que debemos cambiar en nuestra vida, algo con lo que debemos sintonizar, algo que corregir, una nueva dirección que tomar, un nuevo sentido de vida, una nueva razón para continuar.
Por eso abracemos nuestra tristeza, nuestra soledad, nuestra depresión.
Aceptémosla como esa importante pausa en nuestra vida.
Pero al mismo tiempo, aprendamos a escucharnos a nosotros mismos, a esa voz interior, a esa corazonada.
Incluso a esa señal que tanto necesitabas.
Y una vez que lo hagas, vuelve a tomar tu camino, reconstruye tus sueños y crea un plan y toma tu tiempo, el tiempo que sea necesario.
Alimenta tu espíritu, tu alma, tu corazón, tu vida y acepta que en ocasiones hay tramos en la vida que debemos enfrentar solos.
Hay tramos que tienen mucho que enseñarnos y que no tenemos que desviar sino caminar sobre ellos a nuestro propio ritmo, pues después de todo, saldrás más fuerte, con mayor sabiduría y más agradecido con la vida.
Por eso abraza tu tristeza y deja que te enseñe, hazla tu aliada, tu amiga, tu compañía y te prometo que jamás volverás a temerle.
Eso es lo que deseo para ti esta noche, eso es lo que deseo para ti, siempre.
Gracias por leerme, gracias por permitirme compartir este mensaje.
Y si te ha sentido sola y si te has sentido solo, no lo estás, nunca lo estuviste y nunca lo estarás; porque yo estoy aquí contigo.
Por eso cierra tus ojos, y desde aquí, imagina que te doy ese abrazo tan fuerte que jamás te hayan dado.
Fuente: Mis Reflexiones.
Por: Sergio Melchor.
https://www.misreflexiones.org/superacion/sana-tu-depresion/